RELATOS
EL CICLO DE UN LECTOR
Muchos libros me han puesto en jaque, pero el Quijote ha sobrepasado, por poco me martiriza. Este novelón no sé cuántas veces he intentado leer, y siempre se presentaba algo que sin darme cuenta el libro estaba arrinconado y casi en el olvido, hasta que alguien me trae recuerdo, desde los niños, jóvenes o mayores, algunos leyeron y me preguntan que si había leído, solo tuve que bajar la cabeza.
Pasa un tiempo, que ni acordarme del Quijote, de nuevo escucho anuncios y publicidad sobre una exposición retrospectiva del Walter Solón Romero, un artista boliviano que se ganó fama internacional por las series: “El Quijote en el exilio”, “El Quijote en la minas”, “El Quijote y los perros”, “El Quijote y los ángeles” y otros, son los títulos cicatrices de esas épocas de facto, que perduran imborrables nostalgias en muchos; pero he ahí otra vez recordándome que debo leer a ese Hidalgo, que inclusive dijo: “Vale un Potosí” (Llorente, 2019)y que se ofreció venir a La Paz como corregidor (Periódico, 2020)
Después de ver la exposición me vino el entusiasmo de leer Quijote, pero sólo unas cuantas páginas y lo dejé.
Pasa el año, llega el 23 de abril, Día Internacional del Libro, pues ese día empecé a leer maratónicamente y la carrerita rápido se me agotó y así iba retomando, y retomar no es bueno porque de alguna forma uno olvida el hilo de la trama, pero siempre llega un momento en que me he sentido conminado a leer de principio a fin. Por fin...
Ahora si vuelvo a leer, tengo que hacerlo otras versiones, así cuando encuentren en mi biblioteca varios quijotes, significará que he leído varias veces, de este modo trataré de coleccionar versiones y tengo uno especial, con los dibujos de Dalí, faltan algunos capítulos pero es una singular obra valiosa.
Después de todo me puse a pensar, creo que siempre desespera terminar un libro que se lee, pero bien compensado con la alegría de haberla terminado.
Después, las expectativas de empezar otro libro preocupa, y cuando estás por la mitad, sufres por continuar (el tiempo, los afanes del qué hacer diario y otros libros que te van reclamando); luego, de nuevo la angustia de terminarla, para volver a sentir esa entrañable alegría de cerrar el libro para contarlo...
Este es el ciclo de un lector.
ATAHUALPA YUPANQUI
El Guitarrista Atahualpa es de Argentina como la milonga.
Este criollo gaucho fue encarcelado por ser antiperonista, cuando quisieron alcanzar la guitarra para alegrar su gris soledad, no quiso, porque temía y tenía la convicción de que –ella– "la guitarra" debía ser libre para recoger el canto de la tierra; por eso amaba al hombre del campo y su hábitat.
Quién sabría que Héctor Roberto Chavero se convertiría en Atahualpa Yupanqui, cuya adaptación según Eliana E. Abdala en su libro “La Poesía de Atahualpa Yupanqui” deriva de:
Ata: Venir
Hu: de lejos
Alpa: Tierra Yupanqui: el que canta/cantará o cuenta/contará cosas.
Viendo esta composición gramatical, es profundo y significativo el pseudónimo que ha adoptado, nombre artístico conocido universalmente. Él cuenta y canta con encanto preferencial de su rinconcito que está al pie de su adorado Cerro Colorado de Argentina, donde la soledad, el silencio y la tranquilidad jamás le faltaban su compañía y como un hombre de campo alcanzó la paz junto al silente y mutes, en una piedra, en un montón de tierra se permitía devorar volúmenes de libros de Cortázar, Sor, Borges; al mismo tiempo imaginando y atrapando motivos musicales, desde el sugerente canto de las aves, el murmullo de las hojas agitadas por la brisa o el lento concierto que el río le ofrecía, y tantas otras anécdotas que difícilmente podrá conocerse del todo...
DON ATAHUALPA...
Indio infinito
En el vasto infinito
Tierra americana.
Líneas ricas surcos
Que para siempre queda
Reflejada en tus arrugas.
Como la música es de naide
Ya naide olvida tus armonías
Legaste para siempre tu obra.
EL GRITO DEL SILENCIO
Los días de confinamiento, el mundo se ha dividido entre ser políticos y apolíticos, entre acuerdos y desacuerdos por las medidas asumidas por los gobiernos. La bulla de las protestas casi a nadie le importaba, por lo menos en las primeras semanas, porque una mayoría prefería recluirse, confinarse, aunque mitigados era cada vez una mayoría. Haciendo un balance, los gritos habían disminuido, pero el silencio crecía y se expandía más que una pandemia, que ya empieza a dar horror.
Al tomar conciencia estos días de silencio, la vida urbana derrochaba los gritos. Pero, ¿qué pasó?
La ciudad ya no grita, sus calles están vacíos de esa música en pugna, ha desaparecido ese diálogo entre géneros musicales, la música de los boliches están pausados, no es que la noche sea demasiado parca, ni siquiera sus luces anuncian a los bohemios que rondan como de costumbre, nostalgiados.
Esos gritos por la calle se extraña, los niños de la escuela, los colegiales; esas vendedoras de la calle que venden a plan de gritos, esos motorizados que soltaban sus gritos, ayudándose con esa humareda para dar énfasis que aún tienen guardados unas reservas de fuerza y vigor agonizante y La Paz con sus calles empinados desafían y aceleran sus últimos días de esos apenados y cansados autos.
Ahora que paseo por esas zonas que más se conglomera la gente, me percato que hasta los voceros de los minibuses dejaron de ornamentar con sus anuncios abstractos, todo se está volviendo abstracto, no se entiende quién maneja la verdad.
Hasta el tiempo se ha callado, no sé qué hora es, ni el día, para qué saberlo, no hay apuro para nada; de la cama a la cocina, la mesa, los libros, el material de dibujo y pintura, el patio… el mundo ahí termina, la calle ni mencionar. Con esta forma de vida confinada, fácilmente uno puede convertirse en vegetariano, ahorrativo y cada vez con menos movimiento para el cuerpo.
Ante tanta ausencia, se espera que la urbanidad no entre en pánico, o el estrés. No solamente abunda el silencio, sino que empieza a gritar el silencio en su desespero.
Hasta el color está desapareciendo, el ambiente ha cambiado de vestimenta, se viste de gris, ya no es de color… Por favor, POESÍA reaparece con tu manera de ilusionar nuestro ensueño, PINTURA ven a darnos el color y MÚSICA, ven a recoger tus melodías que hay mucho con que engrosar tus composiciones, no nos dejes en el festín de aullidos y ladridos de silencio.
Muchos libros me han puesto en jaque, pero el Quijote ha sobrepasado, por poco me martiriza. Este novelón no sé cuántas veces he intentado leer, y siempre se presentaba algo que sin darme cuenta el libro estaba arrinconado y casi en el olvido, hasta que alguien me trae recuerdo, desde los niños, jóvenes o mayores, algunos leyeron y me preguntan que si había leído, solo tuve que bajar la cabeza.
Pasa un tiempo, que ni acordarme del Quijote, de nuevo escucho anuncios y publicidad sobre una exposición retrospectiva del Walter Solón Romero, un artista boliviano que se ganó fama internacional por las series: “El Quijote en el exilio”, “El Quijote en la minas”, “El Quijote y los perros”, “El Quijote y los ángeles” y otros, son los títulos cicatrices de esas épocas de facto, que perduran imborrables nostalgias en muchos; pero he ahí otra vez recordándome que debo leer a ese Hidalgo, que inclusive dijo: “Vale un Potosí” (Llorente, 2019)y que se ofreció venir a La Paz como corregidor (Periódico, 2020)
Después de ver la exposición me vino el entusiasmo de leer Quijote, pero sólo unas cuantas páginas y lo dejé.
Pasa el año, llega el 23 de abril, Día Internacional del Libro, pues ese día empecé a leer maratónicamente y la carrerita rápido se me agotó y así iba retomando, y retomar no es bueno porque de alguna forma uno olvida el hilo de la trama, pero siempre llega un momento en que me he sentido conminado a leer de principio a fin. Por fin...
Ahora si vuelvo a leer, tengo que hacerlo otras versiones, así cuando encuentren en mi biblioteca varios quijotes, significará que he leído varias veces, de este modo trataré de coleccionar versiones y tengo uno especial, con los dibujos de Dalí, faltan algunos capítulos pero es una singular obra valiosa.
Después de todo me puse a pensar, creo que siempre desespera terminar un libro que se lee, pero bien compensado con la alegría de haberla terminado.
Después, las expectativas de empezar otro libro preocupa, y cuando estás por la mitad, sufres por continuar (el tiempo, los afanes del qué hacer diario y otros libros que te van reclamando); luego, de nuevo la angustia de terminarla, para volver a sentir esa entrañable alegría de cerrar el libro para contarlo...
Este es el ciclo de un lector.
ATAHUALPA YUPANQUI
El Guitarrista Atahualpa es de Argentina como la milonga.
Este criollo gaucho fue encarcelado por ser antiperonista, cuando quisieron alcanzar la guitarra para alegrar su gris soledad, no quiso, porque temía y tenía la convicción de que –ella– "la guitarra" debía ser libre para recoger el canto de la tierra; por eso amaba al hombre del campo y su hábitat.
Quién sabría que Héctor Roberto Chavero se convertiría en Atahualpa Yupanqui, cuya adaptación según Eliana E. Abdala en su libro “La Poesía de Atahualpa Yupanqui” deriva de:
Ata: Venir
Hu: de lejos
Alpa: Tierra Yupanqui: el que canta/cantará o cuenta/contará cosas.
Viendo esta composición gramatical, es profundo y significativo el pseudónimo que ha adoptado, nombre artístico conocido universalmente. Él cuenta y canta con encanto preferencial de su rinconcito que está al pie de su adorado Cerro Colorado de Argentina, donde la soledad, el silencio y la tranquilidad jamás le faltaban su compañía y como un hombre de campo alcanzó la paz junto al silente y mutes, en una piedra, en un montón de tierra se permitía devorar volúmenes de libros de Cortázar, Sor, Borges; al mismo tiempo imaginando y atrapando motivos musicales, desde el sugerente canto de las aves, el murmullo de las hojas agitadas por la brisa o el lento concierto que el río le ofrecía, y tantas otras anécdotas que difícilmente podrá conocerse del todo...
DON ATAHUALPA...
Indio infinito
En el vasto infinito
Tierra americana.
Líneas ricas surcos
Que para siempre queda
Reflejada en tus arrugas.
Como la música es de naide
Ya naide olvida tus armonías
Legaste para siempre tu obra.
EL GRITO DEL SILENCIO
Los días de confinamiento, el mundo se ha dividido entre ser políticos y apolíticos, entre acuerdos y desacuerdos por las medidas asumidas por los gobiernos. La bulla de las protestas casi a nadie le importaba, por lo menos en las primeras semanas, porque una mayoría prefería recluirse, confinarse, aunque mitigados era cada vez una mayoría. Haciendo un balance, los gritos habían disminuido, pero el silencio crecía y se expandía más que una pandemia, que ya empieza a dar horror.
Al tomar conciencia estos días de silencio, la vida urbana derrochaba los gritos. Pero, ¿qué pasó?
La ciudad ya no grita, sus calles están vacíos de esa música en pugna, ha desaparecido ese diálogo entre géneros musicales, la música de los boliches están pausados, no es que la noche sea demasiado parca, ni siquiera sus luces anuncian a los bohemios que rondan como de costumbre, nostalgiados.
Esos gritos por la calle se extraña, los niños de la escuela, los colegiales; esas vendedoras de la calle que venden a plan de gritos, esos motorizados que soltaban sus gritos, ayudándose con esa humareda para dar énfasis que aún tienen guardados unas reservas de fuerza y vigor agonizante y La Paz con sus calles empinados desafían y aceleran sus últimos días de esos apenados y cansados autos.
Ahora que paseo por esas zonas que más se conglomera la gente, me percato que hasta los voceros de los minibuses dejaron de ornamentar con sus anuncios abstractos, todo se está volviendo abstracto, no se entiende quién maneja la verdad.
Hasta el tiempo se ha callado, no sé qué hora es, ni el día, para qué saberlo, no hay apuro para nada; de la cama a la cocina, la mesa, los libros, el material de dibujo y pintura, el patio… el mundo ahí termina, la calle ni mencionar. Con esta forma de vida confinada, fácilmente uno puede convertirse en vegetariano, ahorrativo y cada vez con menos movimiento para el cuerpo.
Ante tanta ausencia, se espera que la urbanidad no entre en pánico, o el estrés. No solamente abunda el silencio, sino que empieza a gritar el silencio en su desespero.
Hasta el color está desapareciendo, el ambiente ha cambiado de vestimenta, se viste de gris, ya no es de color… Por favor, POESÍA reaparece con tu manera de ilusionar nuestro ensueño, PINTURA ven a darnos el color y MÚSICA, ven a recoger tus melodías que hay mucho con que engrosar tus composiciones, no nos dejes en el festín de aullidos y ladridos de silencio.
Atahualpa Yupanqui un artista integral, no sabía que cada partícula de su nombre quechua tuviera su propio significado. Grande, don Ata
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